lunes, 14 de mayo de 2007

Imperialismo y política antidroga

En América Latina nos encontramos con que cada día más la lucha contra las drogas se vuelve una constante que genera tanto violencia institucional como social. Las drogas son un elemento que traspasa fronteras: se cultiva la hoja de coca en la región andina, se transporta mediante los carteles colombianos y mexicanos y se consume en Estados Unidos y en Europa. El dinero obtenido de este tráfico ilícito se blanquea en bancos de Panamá, de Suiza o de otros paraísos fiscales con la total connivencia de los grandes organismos financieros internacionales. A su vez, estos mismos organismos internacionales dirigidos por los países consumidores son los que dictan las reglas de juego a seguir sin tener en cuenta la situación, especialmente, de los países productores de la hoja de coca. Es paradójico que sean precisamente los países consumidores los que han convertido la hoja de coca en cocaína los que la satanizan ¿no deberíamos replantearnos la realidad? Y por lo pronto, ¿no es una estupidez ilegalizar una planta sea cual sea su uso? Dentro de poco, e imbuidos en la espiral prohibicionista, ilegalizaremos la uva porque el vino causa muchos accidentes de tráfico.

A nivel de política internacional vemos como los Estados Unidos dictan las políticas que los países andinos deben de llevar a cabo para erradicar las plantaciones de hoja de coca. En el caso de Colombia, por ejemplo, se han llevado a cabo fumigaciones aéreas de las zonas donde se produce hoja de coca, envenenando la tierra, el subsuelo y el agua. El gobierno de Uribe, siempre tan cercano a Washington, ha permitido que las tierras donde sus campesinos cultivan además de hoja de coca otros productos quede inservible sin conseguir una reducción de la producción de la planta satanizada. De esta forma se ha atacado al eslabón más débil en la cadena productora de cocaína: los campesinos cocaleros. En Bolivia, sin que se haya hecho mucha publicidad, en los años 90’s también se permitieron las fumigaciones aéreas en la región del Chapare, ¿y Perú? ¿Habrán defendido a sus campesinos los gobiernos de Alan García, Fujimori y Toledo? Seguramente no, seguramente esas fumigaciones aéreas también se habrán llevado a cabo en la zona del Cuzco.

Otro elemento a considerar es el de que sean los ejércitos los que lleven a cabo la lucha antidroga imponiendo algo que en Estados Unidos seria impensable, como es el hecho de que el ejército realice funciones civiles (clara violación del Posse Comitatus). En la actualidad vemos como los narcotraficantes se enfrentan al ejército con una violencia inusitada en México, donde las muertes de supuestos narcos y de militares son el pan de cada día. Aunque no se haya conseguido capturar a ningún narcotraficante de relevancia el gobierno de Calderón asume un papel de adalid en la lucha contra el narcotráfico en América Latina y se acerca a los mandatos de Washington.

La cuestión es ¿Por qué Estados Unidos viola la soberanía de estos países y les dicta que políticas llevar a cabo? y ¿porque estos gobiernos títeres aceptan estas medidas que perjudican a su población? La política antidroga de Estados Unidos es un claro ejemplo de imperialismo, de ese nuevo imperialismo que gobierna el mundo desde las grandes oficinas de Washington, Tokio y Bruselas. Estamos en una época en la que el nuevo imperialismo aliena a la sociedad, dirige a los gobiernos de los países periféricos y hunde en la miseria a cada día más grupos de población. Por su parte, las “lumpenbusguesías”[1] latinoamericanas juegan el papel de “vendepatrias” del que ya las acusaba Augusto C. Sandino a principios del siglo XX. Pero también estamos en una época en la que ciertos grupos dicen “basta”. En Bolivia, por ejemplo, las revueltas sociales de principios del siglo XXI nos muestran una sociedad agotada de ser saqueada, ultrajada y violada que responde a las agresiones del imperialismo del llamado Primer Mundo. Bolivia es un país que se levanta y que decide escoger a un indígena y, además cocalero, para presidente, expulsando del poder a una corrupta elite blanca más cercana a Washington que a La Paz. Es un país que ha decido expulsar a transnacionales como Bechtel y Repsol y tomar el mando sobre sus recursos naturales. Aunque el gobierno de Morales no sea una panacea, es el que dice cara a cara a Washington que sus políticas antidrogas no son las adecuadas y que no las piensan llevar a cabo, que el problema del consumo de drogas es del Primer Mundo y que es este supuesto Primer Mundo el que debe erradicar el tráfico y el consumo dentro de sus propias fronteras sin invadir la soberanía de otros.

Pero yendo al fondo del asunto ¿Alguien cree que a Estados Unidos realmente la interesa acabar con al tráfico de drogas? Busquemos un poquito más allá y veremos como la economía estadounidense necesita de esa gran inyección de capital que representa el narcotráfico. Las cifras son contundentes: el narcotráfico mueve más de 500.000 millones de dólares anuales[2] ¿qué economía puede prescindir de tal cantidad? Ni siquiera la primera economía del mundo, por mucho que los moralistas conservadores norteamericanos nos digan. Entonces ¿Cuál es el objetivo primordial de Estados Unidos?

Por otro lado, las drogas son un factor de alienación, que duerme o distorsiona la percepción de la realidad, lo que ya sirve a los intereses del gran capital, puesto que pueden mantener a una gran masa de población separada de la actividad política y de los movimientos sociales porque ¿qué revolución se ha llevado a cabo con cocaína, marihuana o heroína? El uso de drogas es una manera de apaciguar tensiones y en una sociedad tan enferma como la occidental representan una salida.

En conclusión, se podría decir que la lucha antidroga estadounidense es una manera de mantener una hegemonía política y militar que a nivel económico va perdiendo poco a poco con la creación de la Unión Europea y la recuperación de Japón. Además, es una manera de legitimar el constante intervencionismo en América Latina ahora que el “enemigo del comunismo” desapareció. Y, finalmente, es un proyecto imperialista de extorsión de las débiles democracias latinoamericanas.

Susana Berniola

[1] Término acuñado por André Gunder Frank en su libro Lumpenbuguesias: lumpendesarrollo. Ed. Era. México. 1971.
[2] No se pueden dar cifras exactas puesto que es “dinero negro”.

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