martes, 15 de mayo de 2007

EL LARGO PERIPLO DE LA CONCIENCIA LATINOAMERICANA

Por la encendida calle antillana
va Tembandumba de la Quimbamba
-rumba, macumba, candombe, bámbula-
entre dos filas de negras caras.
Ante ella un congo –gongo y maraca-
Ritma una conga bomba que bamba.

Luis Palés Matos



A lo largo de todo el continente iberoamericano una vez finalizada las guerras independentistas, han surgido voces que con gran avidez denunciaban la preponderancia de los Estados Unidos en nuestro suelo. En el plano intelectual el poeta puertorriqueño Palés Matos, junto al escritor de la misma talla como fue José Martí alzaron sus voces ante la prepotencia que ejercía Estados Unidos.
No podemos dejar de mencionar y tener en cuenta que muy tempranamente los Estados Unidos “nos adoptaron como propios”, en 1823 la Doctrina Monroe sostenía; “América para los americanos”. En la cual nuestra región era considerada vital para sus intereses estratégicos.

Esta preocupación de los poetas antillanos (entre muchos otros) ante el avasallamiento norteamericano tiene raíces muy profundas y materiales, puesto que, en 1898 Puerto Rico fue invadido por los Estados Unidos y tomado como botín de guerra, situación que permanece hasta la actualidad. Puerto Rico es hoy un estado libre y asociado, a los intereses norteamericanos por supuesto.

El tema de la identidad al igual que la integración latinoamericana no es un tema novedoso, ya había estado planteado por Simón Bolívar durante el proceso de formación de nuestros estados nacionales. Pero en lo albores del silgo XX la “conciencia latinoamericanista” tendrá una diversidad de manifestaciones que transitó sin tropiezos desde el plano intelectual y académico, hacia masivas movilizaciones y organizaciones políticas.
Las innumerables intervenciones de lo Estados Unidos en nuestro suelo, la imposición de gobiernos dictatoriales junto a la expoliación de nuestras riquezas, principalmente a través del pago de los intereses de la deuda externa, generó en el territorio latinoamericano no sólo hambre y miseria, también una conciencia antiimperialista que subyace a lo largo de nuestro proceso histórico y se mantiene viva hasta nuestros días.

De esta forma, la expansión de las metrópolis imperialistas desde 1870 condicionó la formación de una burguesía con intereses nacionales y capacidad de emprender una reestructuración económica y política al estilo de la Revolución Francesa. Las burguesías latinoamericanas nacieron condicionadas y subsumidas a los intereses externos, cuya misión consistía en suministrar materias primas a los países imperiales.
Por lo tanto nuestras burguesías son débiles, y para poder encarar al menos un incipiente desarrollo autónomo que frene los intereses del imperialismo, fue necesario plantear en términos políticos una “convivencia pacífica” (o al menos sin grandes conflictos) entre las clases sociales.
La burguesía necesita tener cierta hegemonía y consenso interno para producir un desarrollo nacional. Pero dada su debilidad estructural que condiciona no sólo el desenvolvimiento político, sino la propia funcionalidad del estado, necesita inexorablemente establecer alianzas policlasistas con el campesinado y el movimiento obrero contra la presión que ejerce el imperialismo y el mercado mundial.
Esto explica el surgimiento de gobiernos nacionales y populares o nacionales burgueses como el de Perón, Vargas en Brasil, Cárdenas en México o Chávez en Venezuela actualmente.

Para el presente artículo, considero importante resaltar un aspecto que me parece de vitral importancia y que debemos tener presente no como mero desenvolvimiento o historia de las ideas latinoamericanas, más aún, para la confección de cualesquier proyecto político de emancipación latinoamericana. Y es la idea que en América Latina transita una línea rectora desde la formación de los estados nacionales hasta el presente, cuya conciencia anti-imperialista se fue dibujando (no sin alteraciones) en cada país o región y contexto social y político en particular.

La lucha contra el imperialismo en América Latina ha tenido como denominador común la oposición a terribles y sangrientas dictaduras. Inauguró el pasado siglo la revolución mexicana en 1910 y la organización campesina contra la dictadura de Porfirio Díaz. Con sus diferencias y matices en Cuba sucede lo mismo contra la dictadura de Batista y en Nicaragua contra el clan Somoza.
Ante la terrible situación económica, política y social en que se vivía en estos países, en la cual los dictadores eran fieles representantes de los intereses norteamericanos, las clases explotadas veían la necesidad luchar por la vigencia de los derechos democráticos y por una mejoría ante las condiciones de extrema pobreza en que se vivía, al mismo tiempo que consideraban a los Estados Unidos como el “saqueador” del país, esto a su vez dio cuerpo a la formación de una conciencia nacional antiimperialista que las organizaciones políticas o político-militares canalizaron oportunamente.

Después de este vertiginoso (y algo desordenado) recorrido histórico, dejemos que “el inconformista” José Martí, en un poema escrito a sus dieciséis años nos deslumbre con su sentir universal: “No es un sueño, es verdad: grito de guerra/ Lanza el cubano pueblo enfurecido; El pueblo que tres siglos ha sufrido/ Cuanto de negro la opresión encierra.”


Gustavo del Pino.

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